Consparanoico
Juan Esteban Martínez Quintero
Juan revisa las estanterías del supermercado, producto por producto, en busca de lo que necesita para su cita. Maria Clara, su amor imposible que encontró por accidente en twitter, escribió hace días para disculparse por haberlo insultado en redes, se vieron un par de veces, sin éxito romántico por supuesto, y lo invitó a una reunión con sus amigos. “Nos vemos en la casa de mi prima, lleva algo de comer y ahí miramos” le dijo.
“¿Por qué no me dijo exactamente qué llevar?” dice en voz alta. Pensando en la orden 66 con la que el ejército de clones exterminó a los Caballeros Jedi en el episodio III de Star Wars. Obedecer es más fácil. Averiguó por amigos que a ella le gustan los tacos sin picante y con vegetales. Leyendo todas las etiquetas confirma que las tortillas disponibles usaron granos cultivados con semillas genéticamente modificadas por Monsanto. Pensar en los ojotes brillantes y generosas pecas de Maria Clara, deformadas por los agrotóxicos, le revuelve el estómago. Además las malformaciones congénitas afectarían también a sus futuros hijos.
“¿Unas cervezas, tal vez?” No, está confirmado que durante la prohibición de los años 20’s, el FBI envenenaba el licor para desincentivar el consumo. “¿Un tecito?” No, Lipton trabaja con Monsanto igual que Coca Cola y Pepsi. “¿Paquete de papitas gigante?” Uno natural para todos y uno picante que nadie más toque. El viejo truco. No, Frito Lay trabaja con Monsanto. Postobón es paramilitar y promueve los monopolios. Da igual porque Monsanto estuvo a punto de comprar Blackwater, la empresa de mercenarios más grande del mundo. Paracos gringos que nos espían usando los recursos del DAS, que con seguridad todavía existe al servicio del gobierno secreto mundial controlado por judíos.
Desearía tener el algoritmo de la NSA para espiarla y conquistarla sin miedos. Al menos así sabría qué llevarle a la fiesta. Recuerda la herramienta más usada por las agencias de inteligencia: Instagram, y en medio del pasillo espía cada una de sus 114 publicaciones. En una pieza de 7 segundos hecha con Boomerang, ella posa sonriente mientras muerde una papa de un tarro de Pringgles en un loop infinito que lo hace delirar ante el placer de ver su sonrisa tantas veces como quiera. Las Pringgles las hacen con 50% de papa y el resto con periódicos chinos, la imagina muriendo de cáncer y descarta el tarro rojo. “A este paso voy a tener que llevar un paquete de arepas y agua”.
Llena su canasta con lo que necesita para impresionarla, ateniéndose a las nefastas consecuencias para su salud. Pan agrotóxico, jamón con hormonas y queso de mafiosos explotadores de campesinos. La situación podría ser peor: Napoleón fue envenenado con arsénico y los rusos matan traidores con polonio. En perspectiva va a ser mejor morir lentamente intoxicado con Pringgles, siempre que sea con ella. Toma el tarro rojo más grande y se dirige a pagar con efectivo, porque las tarjetas son herramientas sionistas para el control social.
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